PASQUIN POLITICO COLOMBIANO

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jueves, 16 de febrero de 2012

!QUÉ INJUSTICIA!


Thania Vega de Plazas
Prólogo
¿La verdad de una vida puede ser dicha? ¿Puede ser captada, tratada y vertida en palabras? Esa pregunta atraviesa los siglos sin que la discusión que existe al respecto haya sido coronada por una certidumbre incontestable.  No hay unanimidad, es cierto, pero la duda sobre la capacidad humana para tratar ese aspecto del pasado no paralizó, en todo caso, a quienes quisieron escribir sus memorias o abordar el género biográfico o, en general, la historia.
Obviamente, el paso del tiempo, la fragilidad y los caprichos de la memoria humana, dificultan y hacen a veces, irrealizable ese noble propósito.  Conocido es el aforismo de Montaigne, quizás excesivo, en el sentido de que el hombre es incapaz de alcanzar la verdad porque es esclavo de sus costumbres, de sus prejuicios, de su interés personal y de su fanatismo.
Esa frase tan perentoria no disuadió, por fortuna, a Rousseau.  Cuando el autor de las celebrísimas Confesiones tuvo la idea de contar lo que le había ocurrido y lo que había pensado en su larga y genial existencia, descubrió algo que parece irrefutable.  Dijo que a pesar de la amplitud de su proyecto y de que el tiempo podría jugarle una mala trastada, podría salvarlo una convicción que resumió así: No puedo equivocarme sobre lo que sentí.
No sé si Thania Vega conoce esa anécdota, que es como la tabla de salvación de todos los escritores que celebran y evocan el pasado.  Lo cierto es que el libro que Thania Vega acaba de escribir, y que el lector tiene en sus manos, es justamente eso, una fracción de vida, un testimonio impresionante, conmovedor, de todo lo que ella sintió y sufrió, moral y físicamente, no en una época lejana, sino en los últimos cinco años de su vida.
Ese periodo no es banal y por eso debe ser narrado.  Corresponde a lo que ha vivido y sufrido su esposo, el Coronel Alfonso Plazas Vega, y por supuesto ella, sus hijos y su familia, por culpa de una infame acusación contra el Coronel Plazas que nunca fue coherente ni justificada y por culpa de una detención alucinante, sin base probatoria alguna, que continúa hasta el día de hoy.
El libro de Thania Vega es original y único por varias razones. Es el producto de dos constataciones: de cuán anómala, parcial y brutal ha sido la investigación y el proceso que la Fiscalía adelantó sobre el héroe del rescate militar de los rehenes del Palacio de Justicia, el 6 y 7 de noviembre de 1985 y de cuán parcial, hostil y superficial fue el cubrimiento que hizo cierta prensa de este proceso.
Si la prensa colombiana hubiera hecho su trabajo correctamente, investigando lo que estaba pasando realmente dentro de ese litigio, e informando con equilibrio y exactitud cómo estaban obrando tanto la acusación como la defensa, el libro de Thania Vega no habría sido escrito.  Me detuvieron sin pruebas, me acusaron sin pruebas, me llamaron a juicio sin pruebas, me condenaron sin pruebas; ha declarado repetidas veces el Coronel Plazas desde su lugar de reclusión a quien quisiera oírlo, sin que la prensa, que está al tanto de todo, se haya dignado transmitir siquiera esas palabras a la opinión pública.
El libro de Thania Vega es pues, la otra cara de la moneda. Una cara inédita, que algunos no quieren que se conozca.  Es una visión personal, desde luego, pero basada en experiencias íntimas auténticas, de cómo fue desde dentro ese proceso considerable, el más decisivo que existe hoy para el futuro de la democracia colombiana.  Digo decisivo por una razón: este proceso es, quiéranlo o no los turiferarios del M-19, la última posibilidad que tiene Colombia de saber si seremos capaces, 25 años después, de valorar y juzgar correctamente, lo que ocurrió en Bogotá el 6 y el 7 de noviembre de 1985.
La gran pregunta que plantea este proceso es: ¿la Colombia institucional será por fin capaz de elevarse a un gran nivel de dignidad y convertir en verdad judicial la verdad real? Tras 25 años de obstrucciones, distorsiones y desinformaciones, trabajadas con habilidad y tenacidad por el movimiento que realizó el sangriento asalto al Palacio de Justicia, Colombia espera pacientemente que ello ocurra.
Es decisivo que ello ocurra, y yo peso mis palabras, pues lo del Palacio de Justicia fue el mayor atentado de una minoría armada extremista contra la continuidad del régimen democrático colombiano, desde el 9 de abril de 1948.  ¿Puede ese horrible crimen seguir en la impunidad?
Ese asalto, hay que reiterarlo una y otra vez, pues algunos intentan negarlo con éxito relativo, fue únicamente la obra de un movimiento terrorista, el M-19, al servicio del cartel de Medellín.
El libro de Thania Vega es el relato del sufrimiento, de la amargura y de la angustia de una familia colombiana, lanzada contra su voluntad hasta el centro de una violenta tempestad judicial que no ha llegado a su fin.  De un sufrimiento no sólo moral sino físico.  Pues recibir golpes de una autoridad investida para preservar el orden e impartir justicia, desata un dolor mil veces más intenso y desconcertante.  Ante eso, el sentimiento de desolación es más patente.
En esas condiciones, el sólo hecho de evocar la agresión vivida, puede ser tan devastador como la agresión misma.  La prueba: cuando Thania Vega comenzaba la redacción de su libro, estuvo a punto de sufrir un infarto, del cual la salvaron en el Hospital Militar cuando se dieron cuenta a tiempo de lo que pasaba.
A veces creo que ella ha sufrido más que yo, observa con gran nobleza el Coronel Alfonso Plazas.
Pero el libro de Thania Vega no es lagrimoso.  Todo lo contrario.  Es el libro de la dignidad de un combate desigual.  El de una familia bogotana, como miles de otras, contra la prepotencia y la bajeza de ciertos operadores de justicia, que apelaron a todo, incluso a aceptar testigos falsos, para poder firmar esa sentencia de culpabilidad de 30 años de cárcel que tanto escandaliza al país.
El filósofo Alain decía: El mal del otro es difícil de sobrellevar.  Uno se pregunta de dónde viene la fuerza de esa familia que es capaz de responder al mal, a esos golpes depravados, con dignidad y con esperanza.  La fuerza de la vida es admirable, dirán algunos.  Dejo al lector la tarea de descubrir el origen y la permanencia de esa fuerza, leyendo las páginas memorables que Thania Vega ha escrito.
Eduardo Mackenzie
París
Pocas veces en la vida la realidad supera a la ficción. La historia que cuenta Thania Vega en su libro ¡que injusticia!, nos recuerda que el sufrimiento y el dolor no son solo parte de historias ficticias destinadas a grandes obras de literatura o memorables actuaciones de Hollywood. La maldad es real, es palpable y cuando esta ataca a las familias las sacude, como deseando torturar lentamente los corazones de sus miembros. Esta es la historia que nos escribe Thania Vega (@thaniavega1), una historia de la vida real, sobre los oscuros episodios que buscan ocultar los aun más dantescos sucesos de la historia reciente de Colombia: El secuestro del palacio de justicia a manos de la banda armada M 19 y su rescate a manos de las fuerzas del estado.
Este relato, muestra con claridad el sufrimiento intimo de una familia que no puede confiar en la objetividad del sistema judicial colombiano, de una mujer que escribe como uno de sus últimos recursos frente a lo que a todas luces parece una batalla desigual contra la prensa, el sistema judicial y el olvido de los Colombianos. Sin embargo, lo que se lee en ¡que injusticia! No es un compendio político, ni un intento por victimizarse en medio de una historia donde claramente son las víctimas de la afrenta, sino que se escribe como una historia de coraje, valentía, honor y legalidad.
Este libro es una pieza infaltable para comprender la historia reciente de Colombia, esa otra parte de la historia que a veces no se cuenta en los medios, pero que cobra victimas silenciosas en una guerra que se libra sin balas ni granadas, tras los escritorios, donde el enemigo se convierte en una suerte de oscura mano negra difícilmente identificable, capaz de cualquier cosa con el fin de lograr sus oscuros propósitos.

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