Por Ernesto Yamhure
Un día, durante la investigación contra el coronel Alfonso Plazas Vega, la fiscal del caso, Ángela María Buitrago se encontraba en una labor de “prospección” en las instalaciones de la Escuela de Caballería.
Como si se tratara de Alicia en el país de las maravillas, de los cielos descendió un testigo. Lo digo, porque en las minutas de la guarnición militar no aparece registrado su ingreso. El sujeto en cuestión se presentó con el nombre de Edgar Villareal y aseguró que estaba allí para dar su versión sobre los hechos relacionados con la toma del Palacio de Justicia y su posterior recuperación.
Aquella declaración quedó consignada en 4 folios, sin fecha ni membrete de la Fiscalía General de la Nación. En ella, el declarante dijo que el 6 de noviembre de 1985 “serían las 11 de la mañana cuando nos desplazaron de la séptima brigada a Apiay y nos trajeron vía helicoportada a la Escuela de Caballería en el campo de paradas”.
Revisados los archivos, pudo determinarse que ese día ningún helicóptero cubrió la ruta Apiay-Escuela de Caballería y, peor aún, se ha demostrado que en esa época ni el Ejército, ni la Fuerza Aérea contaban con aeronaves capaces de transportar a los 14 soldados que, según el supuesto Villareal, lo acompañaban.
Continúa el testigo “Villareal” diciendo que una vez en Bogotá a él y a sus compañeros los “embarcaron en un camión y nos llevaron para el objetivo que era el Palacio de Justicia”, lugar en el que estuvieron hasta el día 7 de agosto cuando ya había terminado la tragedia.
Aquí viene el fragmento de la declaración de “Villareal” que se constituyó en la prueba reina para condenar a Plazas Vega a 30 años de cárcel: “Alguien le pregunta al coronel Plazas qué hacemos con la gente (en referencia a los supuestos detenidos) y es donde manifiesta abiertamente, “cuelguen a esos hijueputas (sic)” –ofrezco disculpas por el lenguaje, pero eso es lo que se lee en la diligencia-.
A primera vista, la prueba era irrefutable, pero resulta que estaba llena de vacíos. Primero: no consta en el Ejército la existencia de un suboficial llamado Edgar Villareal. Hay uno que se llama Edgar Villamizar Espinel, cuyas características generales son muy similares.
Segundo. La defensa de Plazas quiso contrainterrogar al testigo, pero no fue posible. La razón: el hombre estaba desaparecido, nadie sabía dónde encontrarlo.
Como ya dijimos, el oficial fue condenado y mientras el Tribunal Superior de Bogotá estudiaba la apelación, el pasado 23 de mayo apareció en la Procuraduría un señor solicitando protección, pues alegaba que su vida estaba en peligro.
El funcionario del ministerio público que lo atendió le preguntó la causa de su problema de seguridad y grande fue la sorpresa cuando el ciudadano angustiado reveló que él era el supuesto testigo estrella en el caso de Alfonso Plazas Vega.
Rindió declaración y dijo, entre muchas cosas lo siguiente: 1. “mis apellidos son Villamizar Espinel y no Villareal”; 2. La firma que aparece en la declaración presentada por la Fiscalía como prueba contra Plazas “no es la mía”; 3. “Para la época de la toma yo me encontraba en la 7ª Brigada…En ningún momento me dijeron que me alistara para viajar…La única vez que estuve en la Escuela de Caballería fue en 1982” (3 años antes de los hechos).
Y cierra el suboficial con esta frase: “Nunca estuve en ningún operativo en la retoma del Palacio de Justicia. No he tenido nunca trato personal y directo con el coronel Plazas Vega y nunca estuve rindiendo declaración en la Escuela de Caballería”.
La justicia tiene la palabra.
Junio 17 de 2011
Un día, durante la investigación contra el coronel Alfonso Plazas Vega, la fiscal del caso, Ángela María Buitrago se encontraba en una labor de “prospección” en las instalaciones de la Escuela de Caballería.
Como si se tratara de Alicia en el país de las maravillas, de los cielos descendió un testigo. Lo digo, porque en las minutas de la guarnición militar no aparece registrado su ingreso. El sujeto en cuestión se presentó con el nombre de Edgar Villareal y aseguró que estaba allí para dar su versión sobre los hechos relacionados con la toma del Palacio de Justicia y su posterior recuperación.
Aquella declaración quedó consignada en 4 folios, sin fecha ni membrete de la Fiscalía General de la Nación. En ella, el declarante dijo que el 6 de noviembre de 1985 “serían las 11 de la mañana cuando nos desplazaron de la séptima brigada a Apiay y nos trajeron vía helicoportada a la Escuela de Caballería en el campo de paradas”.
Revisados los archivos, pudo determinarse que ese día ningún helicóptero cubrió la ruta Apiay-Escuela de Caballería y, peor aún, se ha demostrado que en esa época ni el Ejército, ni la Fuerza Aérea contaban con aeronaves capaces de transportar a los 14 soldados que, según el supuesto Villareal, lo acompañaban.
Continúa el testigo “Villareal” diciendo que una vez en Bogotá a él y a sus compañeros los “embarcaron en un camión y nos llevaron para el objetivo que era el Palacio de Justicia”, lugar en el que estuvieron hasta el día 7 de agosto cuando ya había terminado la tragedia.
Aquí viene el fragmento de la declaración de “Villareal” que se constituyó en la prueba reina para condenar a Plazas Vega a 30 años de cárcel: “Alguien le pregunta al coronel Plazas qué hacemos con la gente (en referencia a los supuestos detenidos) y es donde manifiesta abiertamente, “cuelguen a esos hijueputas (sic)” –ofrezco disculpas por el lenguaje, pero eso es lo que se lee en la diligencia-.
A primera vista, la prueba era irrefutable, pero resulta que estaba llena de vacíos. Primero: no consta en el Ejército la existencia de un suboficial llamado Edgar Villareal. Hay uno que se llama Edgar Villamizar Espinel, cuyas características generales son muy similares.
Segundo. La defensa de Plazas quiso contrainterrogar al testigo, pero no fue posible. La razón: el hombre estaba desaparecido, nadie sabía dónde encontrarlo.
Como ya dijimos, el oficial fue condenado y mientras el Tribunal Superior de Bogotá estudiaba la apelación, el pasado 23 de mayo apareció en la Procuraduría un señor solicitando protección, pues alegaba que su vida estaba en peligro.
El funcionario del ministerio público que lo atendió le preguntó la causa de su problema de seguridad y grande fue la sorpresa cuando el ciudadano angustiado reveló que él era el supuesto testigo estrella en el caso de Alfonso Plazas Vega.
Rindió declaración y dijo, entre muchas cosas lo siguiente: 1. “mis apellidos son Villamizar Espinel y no Villareal”; 2. La firma que aparece en la declaración presentada por la Fiscalía como prueba contra Plazas “no es la mía”; 3. “Para la época de la toma yo me encontraba en la 7ª Brigada…En ningún momento me dijeron que me alistara para viajar…La única vez que estuve en la Escuela de Caballería fue en 1982” (3 años antes de los hechos).
Y cierra el suboficial con esta frase: “Nunca estuve en ningún operativo en la retoma del Palacio de Justicia. No he tenido nunca trato personal y directo con el coronel Plazas Vega y nunca estuve rindiendo declaración en la Escuela de Caballería”.
La justicia tiene la palabra.
Junio 17 de 2011
Dura realidad. me gusta.
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