-Esta historia es real. Creemos fue presentada por el grupo teatral Yuyachkaqui y se desarrolla en los Andes peruanos. Pishtaco viene del quechua pishtay, cortar en pedazos. La obra que presentan a los campesinos de la Sierra se denomina:" El alcalde es un ladrón." El elenco acostumbraba hacer un debate público, despues de cada espectáculo. En cierto pueblo los campesinos encontraron mucha semejanza entre los dos alcaldes, el de la pieza con su alcalde. Siguieron el consejo de los personajes de la obra y juzgaron al prefecto o alcalde. Veredicto popular: culpado. Lo buscan y lo ponen en la cárcel. Pusieron otro prefecto y el pueblo vivió feliz desde ese día. Este acontecimiento se hizo famoso en las villas y poblados de aquellas montañas. El elenco recibió numerosas invitaciones para nuevas presentaciones. Meses despues, el mismo elenco, fue convidado para representar su obra en una ciudad cuyo alcalde era sin duda el mayor ladrón de la cordillera de los Andes, y no nos referimos aquí al alcalde de Bogotá, mera coincidencia. Este alcalde estaba bien informado y era muy astuto. Cuando supo que en la ciudad se presentaría el elenco, no tuvo dudas: por todos los medios, orales y escritos, informó a la ciudadanía la terrible noticia que en breve esa ciudad serrana sería visitada por una manada de peligrosos "pishtacos" disfrazados de actores. Alertaba a la población para que no se dejara sorprender por los terribles y crueles demonios, por más seductora y musical que fuese su apariencia. El terror fue indescriptible, pues la leyenda decía que los pishtacos eran lobos hambrientos que podían adquirir la apariencia humana y que se alimentaban exclusivamente de la gordura de los gordos, hombres y mujeres. Eran una especie de lobisomen. Todos los campesinos de la Sierra conocían la leyenda, y como en esa ciudad no había casi gordos, atacarían a cualquiera, por flaco que fuera, hambrientos como estaban. Cuando llegó el elenco a la ciudad, el hotel estaba cerrado, las calles vacías, el comercio cerrado, ni una sola farmacia abierta, cero policías.Volvieron a la terminal de transporte y mágicamente todos habían desaparecido, menos el chofer que salió corriendo, desapareciendo en una nube de polvo. Uno de los actores recordó que en aquella ciudad había una estación de radio, pero no encontraron a nadie. Los estudios estaban vacíos, los micrófonos abiertos, todo en silencio. Silencio de cementerio a la media noche de un martes 13 del mes 13 de un año bisiesto. Sin embargo, escuchan un sonido en un baño del estudio y dentro , una vieja gorda, muerta de miedo, que comienza a hacer sus oraciones esperando la muerte. Temblando, ella se arrodilla y cuenta la historia que el alcalde había mandado a divulgar. Pide por el amor de Dios que no se la comiesen, que su gordura era fruto de una dolencia que les podía hacer mal a los delicados estómagos de los pishtacos, disfrazados de actores. El elenco tranquiliza a la aterrorizada señora y resuelven improvisar una extraña pieza de radio-teatro en la cual decían que los pishtacos existían sí, pero que no eran ellos, pobres actores, pishtacos eran aquellos ladrones, como el alcalde, que no dejaban engordar al pueblo de la ciudad, por lo mucho que les robaban. En sus casa el pueblo escuchó, abrieron sus puertas, se aproximaron a la emisora y acabaron organizando una comisión para prender al astuto alcalde. Pero, cuando llegaron, la autoridad ya había escapado. Nosotros sabemos, aquí en mi Colombia querida, que ese elenco podría tener una larga y bella temporada, con esa misma pieza., Anselmo para E.P.
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