Por José Obdulio Gaviria
En El cementerio de Praga, Umberto Eco trae escenas alucinantes que parecen ficción. Simón Simonini, protagonista -personaje con quien Eco integra y ensambla 10 o más sucesos históricos de Europa de finales del siglo XIX-, pasa la vida consumando asesinatos, falsificaciones, traiciones y complots políticos. Escribe, por ejemplo, panfletos en los que incrimina a liberales, judíos y masones que, según Simonini, son la encarnación del Mal.
Un episodio dramático de la historia de Francia, el ‘Caso Dreyfus’, es incluido por Eco en el cuerpo de la novela. La historia dice que el capitán Dreyfus, judío alsaciano, fue ‘escogido’ por la ultraderecha antisemita francesa como víctima para protagonizar un simulado complot antipatriota en el seno del ejército francés. Con ello buscaban hacer estallar un movimiento nacional antijudío, primero, y tender una cortina de humo para ocultar al verdadero traidor, su conmilitón, el comandante Ferdinand Esterhazy.
La banda criminal que planeó semejante iniquidad (el capitán fue condenado a pagar cadena perpetua en Cayena) no calculó la entereza de espíritu de Dreyfus ni la inquebrantable lealtad de esposa y hermano. Pruebas en mano, recorrieron redacciones de periódicos, curules de senadores, salones de los demócratas… La sociedad francesa estaba partida en dos: dreyfusianos y antidreyfusianos; la pluma encumbrada de Emilio Zola, y la aparición de una nueva categoría política, los intelectuales, terminó modificando la correlación de fuerzas, e inclinó la balanza en favor de la justicia. Dreyfus fue liberado y reivindicado.
René Guarín, un curtido, indultado y gritón guerrillero y secuestrador
Los colombianos no conocíamos a la fiscal ante la Corte Suprema Ángela María Buitrago. De un momento a otro, ante la mirada indiferente o cómplice de Mario Iguarán, comenzó a cobrar notoriedad porque enfiló baterías contra los militares y contra algunos personajes de la vida pública, siempre identificados con un rótulo que ella parece odiar: uribista. Hizo llave con conocidas organizaciones especializadas en la defensa judicial de guerrilleros y en representar a los que ellos llaman ‘víctimas del terrorismo de Estado’. Sus intervenciones y autos denotaron siempre sesgo político, que, parece, a nadie preocupó y cuyas consecuencias nadie alcanzó a medir. La funcionaria se fue tomando confianza y, al final de su tiempo, como fiscal, dejaba ver un propósito evidente: producir efectos políticos con cada frase que decía o escribía. El auto por medio del cual imputa cargo de injuria y calumnia a Francisco Santos y a mí es un monumento universal a la justicia ‘clasista’, a la aplicación del derecho penal del enemigo, al abatimiento del régimen político liberal. Colombia, ¡qué cosa terrible!, camina hoy por el sendero de la justificación del ‘crimen altruista’ como ‘arma de lucha política de los oprimidos y explotados’, y la fiscal Buitrago terminó siendo emblema de esa corriente de pensamiento.El juicio al coronel Alfonso Plazas Vega fue la apoteosis del ‘frente judicial de lucha’: 1) por las víctimas actuó un curtido, indultado y gritón guerrillero y secuestrador, René Guarín; 2) parte civil: uno de los abogados fue defensor de los cuadros del ‘M’ desde las ya lejanas épocas del holocausto; 3) por los operadores judiciales, una fiscal de absoluta confianza de ciertos colectivos de abogados; y unos técnicos capaces de falsificar piezas judiciales que justifiquen una sentencia condenatoria contra Plazas.
No contó esa banda con que saltaría a la palestra alguien dispuesto a ser el epígono de Zola: el director de periodismosinfronteras.com, Ricardo Puentes. Primero desenmascaró a Guarín, y ahora desenterró al ‘testigo’ en cuyas palabras fundaron la condena a 30 años contra Plazas. ¡Me suplantaron!, denunció ante el Procurador. La banda inventó la diligencia y puso la firma… ¡Colombia no sale de su asombro!
Junio 17 de 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario