-El sonido del silencio en esta comunidad de Choachí, en este pueblo perdido en medio de tantas montañas, en estas noches de luna, el viento ventando, las hojas que caen, las frutas cayendo al suelo. Todo este olor especial, imposible de comparar con alguno de esos inciensos que se venden en las boutiques de Bogotá. Aquí los olores de las diferentes yerbas son variadas, y aún secas mantienen su olor y su color verde oscuro. El sol se había ido, en aquel comienzo de la temporada de lluvias, en la hora que todos los vecinos se recogen en sus chacras, noté una figura rubia, de baja estatura, caminando entre los veredales que dan acceso a mi casa, tambaleaba un poco, consecuencia de una grande caminada. Se hizo silencio, corrió para dentro la casa, hacía frío, estaba nerviosa, cruzamos una mirada. Preparé una comida de sopas y legumbres. María comenzó a hablar. Era brasileña y se había hospedado en una chacra vecina, de donde llegó huyendo de un hombre llanero sado-masoquista. Tenía en su cuerpo marcas de placer y de dolor. La noche fue corta. El cuerpo de María se enroscaba con temor, batallamos toda la noche y el día siguiente. María no durmió un solo segundo, nos mordimos, nos tocamos, renovamos todos los placeres. A las 7 horas del siguiente día María se levantó y se dirigió al baño situado en el fondo de la chacra. Me quedé pensando en el viaje a Caño Cristales que planeamos, aprovechando que nuestro ejército limpió de criminales esa belleza de región. Yo iba a quedarme unos 15 días con María. Alargué mi brazo hasta la mesita de noche y allí estaba sua carteira de identidade. Fijé mi mirar en ella por un tiempo. María no volvía, me levanté, corrí por toda la casa, salí al campo, al bañero, nervioso descubrí que María se había ido. Quiero encontrarla para devolverle a esa ingrata sua identidade. Quien sepa de su paradero hacerlo saber a E.P.
-Para E.P. Anselmo y Augusto Carlos desde Choachí.
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