Se cumplió en esta semana un aniversario más de su muerte, en 1856, en la isla de Payta, Perú. Murió víctima de una peste, envejecida, enferma y abandonada de todos, lo poco que cuidaba como un tesoro fue su correspondencia con Bolívar, que la llamaba: su adorable loca. Hasta su familia ecuatoriana la olvidó. La mujer que lo amó con toda su pasión, la mujer que lo abandonó todo para seguirlo, la que escandalizó a las sociedades pacatas de la época, la que lo protegió de los malvados santanderinos, incluso, de ser asesinado por los liberales de entonces, la que le leía en sus noches de fiebres, la amiga de Sucre, el gran mariscal, héroe de Pichincha, Ayacucho, Cundurcunca, la que siempre le fue fiel, antes y despues de su muerte. Antes de morir le escribió al General Flórez, venezolano, presidente de Ecuador, al que narró sus angustias. Desafortunadamente, Florez llegó tarde para enterarse que todas las cartas, condecoraciones, recuerdos que ella tenía de Bolívar fueron quemados junto con ella. Se salvó una que decía " EL HIELO DE MIS AÑOS TE NECESITA", Simón.
Y otra que se refería a Santander: " no tengo nada en común con ese miserable de Santander."
Y otra que se refería a Santander: " no tengo nada en común con ese miserable de Santander."
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